La importancia del deporte de base

Estos acontecimientos me permiten reflexionar sobre el entorno que hace posible estos triunfos y que tienen su origen en los primero años de la  práctica deportiva; en definitiva, en las etapas de formación de cualquier deporte.

La base de la pirámide de nuestro deporte se inicia en el periodo de primaria y en la Educación Física que se imparte en el mismo. Aunque la carga horaria no es la que se desearía, se complementa con las actividades extraescolares del propio centro  en  algunos casos o de otras organizaciones. Es ahí donde entran todos los agentes que intervienen en todo este proceso: los servicios deportivos municipales, los clubes, las federaciones deportivas… Hay un trabajo que no está lo suficientemente valorado y es el de los voluntarios que en esta etapa realizan tareas de acompañamiento y apoyo a la actividad, coordinación, organización…, etc.

Lo expuesto con anterioridad se traduce en escuelas deportivas, competiciones escolares, municipales y federativas. Es un trabajo de iniciación y formación, lastrado a veces por un error muy común en estas edades, la  especialización temprana, pero que en su conjunto enriquecen este periodo, previo a las etapas de especialización, perfeccionamiento y tecnificación; fases posteriores en la que tienen un mayor  protagonismo los deportistas, los clubes y las federaciones.

La primera fase deportiva se desarrolla principalmente en el ámbito municipal, porque a través de su órgano deportivo es el que planifica, coordina y cede las instalaciones deportivas. Esta etapa está comprendida entre los ocho y los 14 años que  corresponde con las categorías benjamín, alevín, infantil y cadete. 

Durante esta fase, el deporte en sí mismo no debería ser un fin sino un medio cuyo objetivo amplio sería el de favorecer el desarrollo del menor a través de la práctica deportiva. 

Durante las primeras edades se deberían realizar  juegos y multideporte y en las siguientes se desarrollarían las distintas habilidades motrices, técnicas y sociales y donde la competición jugará un papel fundamental si se planifica y se realiza como herramienta educativa y así poder extraer valores que el deporte y su práctica pueden favorecer como son el esfuerzo, la solidaridad, la integración, el trabajo en equipo y tantos otros que conforman a un buen deportista.

No hay que desdeñar la formación física y técnica consolidando objetivos de mejora de cualidades físicas básicas, técnicas y tácticas que serán la forja para adentrarse en las siguientes etapas de tecnificación a la que accederán todos aquellos que por aptitud y condición quieran continuar en esta.

Todas las etapas del proceso son importantes, pero esta primera lo es más al ser el primer acercamiento al deporte y a su práctica y se necesitará de estímulos adecuados ya que el desarrollo de los mismos favorecerá que el paso a la tecnificación se realice en condiciones óptimas y todo aquel que no quiera continuar pueda proseguir con la práctica deportiva con otro tipo de objetivos como los del mantenimiento de la condición física u otros de marcado carácter ocio-recreativo.

Iniciaba mi comentario con los éxitos de las selecciones inferiores y todos estos triunfos, que desde mi punto de vista son fruto de un trabajo que se hace desde la base, no suficientemente reconocida en este periodo de iniciación y especialización y sin duda lo es. 

El termómetro deportivo del futuro vendrá determinado por la temperatura que seamos  capaces de tener, que, como vemos por los resultados deportivos obtenidos  en el momento actual, es la óptima. Hay que proseguir en esa línea, la cual ayudará al crecimiento del medio y alto rendimiento del deporte español y formará mejores deportistas.