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Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD
30/07/2024 Los pioneros del montañismo
Empezaba el nuevo siglo XX y, aunque parezca paradójico, no fueron las sociedades rurales (más pendientes de las labores cotidianas del campo) las que mejor exploraron la orografía de sus regiones, ni los llamados a descubrir lugares recónditos y nuevos parajes, que hasta entonces eran desconocidos. Los montañeros fueron los protagonistas.
La exploración y descubrimiento de nuevas rutas de montaña la iniciarían grupos de científicos, universitarios y deportistas, que llevados por la curiosidad y recogiendo un antiguo espíritu de interés por la naturaleza, fueron buscando la relación entre cultura y entorno natural, desde la idea de que el conocimiento de la montaña tendría grandes beneficios para el goce del hombre. La vuelta a la naturaleza se convertiría en una de las aficiones de los grupos de jóvenes vanguardistas de la sociedad urbana. Fue un fenómeno muy propio de la España de esos días. Pero lo que más llama la atención es que el objetivo científico (geográfico, botánico, zoológico, geológico,...) que movía a los pioneros en esta actividad a finales del siglo XIX y principios del XX, se fue tornando en interés deportivo, y en la década de los años veinte, las sociedades deportivas que desarrollaban sus actividades en el ámbito de la montaña y la naturaleza eran ya mayoría frente a las de carácter científico o investigador. Pero sobre todo, fueron grupos sociales muy determinados, precisamente los protagonistas de los cambios culturales que configuraron las formas de vida de una sociedad moderna, los que vieron el disfrute del entorno natural como una parte de esa modernidad a la que aspiraban, como parte de su formación humanística, de sus costumbres higiénicas y saludables, y una nueva forma de compartir el tiempo de ocio con amigos y compañeros. A partir de los años veinte, el montañismo, el alpinismo y los deportes de invierno se practicaron por toda la geografía española: Guadarrama, Pirineos, Picos de Europa, Sierra Nevada, Gredos, la Sierra de Albarracín, y otros puntos. No fue una práctica generalizada, sino más bien, una actividad realizada por grupos concretos que, en su búsqueda de nuevas formas de vida y recreación, encontraron en la montaña y el excursionismo un nuevo medio para expresar sus inquietudes y satisfacer sus ideas. A partir de aquí el turismo y la fotografía de paisajes naturales, aparecerían frecuentemente en las revistas deportivas, y conformarían una de la aficiones de muchos españoles que convenían en el carácter moderno, cultural y deportivo de estas actividades en la naturaleza. En el caso de Madrid, la primera expedición importante en la Sierra de Guadarrama se realizó en 1855. Fue organizada por la Sección Zoológica de la Comisión del Mapa Geológico de España, el área recorrida se limitó al Puerto de Navacerrada y a la zona de Fuenfría. Pero fue el primer paso para la creación de una zona dedicada a la práctica del montañismo. En 1868 se realizaron ya diversas expediciones, organizadas por científicos alemanes, franceses, ingleses e italianos. En 1874, la Escuela de Ingenieros de Minas realizó diversos mapas de la zona y publicó su “Memoria Geológica”. En 1886 se publicó el Manifiesto y los Estatutos de la “Sociedad para el estudio de Guadarrama” firmado por un importante número de destacadas personalidades de gran relieve –cultural y profesional– en aquel momento. En 1908 y 1913, los montañeros C. Bernaldo de Quirós, Juan A. Melia y Antonio Victory, entre otros, realizaron el trazado de nuevas sendas y recorridos. La Península Ibérica fue objeto de la atención de exploradores y científicos europeos (y españoles), conocedores de la existencia de unos parajes aún poco estudiados y abiertos por ello a la investigación. En ellos podían, todavía, realizar trabajos en tierras vírgenes al conocimiento científico. Como escribiría José Gregorio Cayuela Fernández en “La Sierra del Guadarrama, ámbito deportivo de la sociedad madrileña”: “…Bien podemos afirmar de una manera simplificada que el desarrollo del deporte en el Guadarrama llegó a través de tres núcleos socio-culturales principales; de un lado el de la alta burguesía y élite madrileña que unía fundamentalmente el deporte alpino con los «sports» de la nieve, localizándose en puntos muy concretos de nuestra Sierra (pistas de las Guarramas, pistas del Puerto de Cotos…), de otro lado, el de algunos grupos de intelectuales de capas medias que vinculaban el ejercicio físico, no sólo al ocio, sino también a una función intelectual, encontrándose su radio de acción en La Pedriza del Manzanares y en la búsqueda de nuevas sendas y rutas a través de la Cordillera, en una amplia labor de descubrimiento y percepción del entorno, y por último el conformado por una gran mayoría de público perteneciente tanto a las mismas clases medias como a la capas populares de la sociedad capitalina, ambas auténticas «excursionistas» del Guadarrama”. Miembros del Ateneo y de la Institución Libre de Enseñanza fueron los impulsores del excursionismo del Guadarrama; y el Club Alpino Español, la Sociedad Deportiva Excursionista y la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara se convirtieron en las plataformas para que los madrileños conocieran y practicaran el excursionismo, el montañismo y los deportes de nieve durante el primer tercio de siglo. También en Barcelona, el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Industria (CADCI) fundado en 1903 organizó muy pronto su sección de excursionismo que se organizando actividades en la Naturaleza y deportes de nieve, llevando estas actividades a las clases más populares. Las revistas deportivas de la época como Heraldo Deportivo, Gran Vida, etc., no dejarían ya de informar sobre esta nueva actividad deportiva. Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD
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